Aunque “The Golden State” (“El Estado Dorado”, sobrenombre de California) es conocido por sus interminables playas, agradable clima, parques nacionales -como Death Valley, “El Valle de la Muerte”, o Yosemite, del que próximamente os hablaremos-, la “fiebre del oro”, sus vinos, o ciudades como San Francisco, San Diego o Los Ángeles (con Hollywood como “la meca del cine” y el glamour), hoy os traemos un auténtico episodio del “American Way of Life”.
Se trata del Pony Express Mail, un episodio que tuvo lugar en el s. XIX en tierras del “Far West”, siguiendo el camino de caravanas de la mítica y dura conquista del oeste, y que muchos amantes de la aventura, de los viajes y de la historia realizan cada año a pie o a caballo, como ocurre con la paralela U.S. Route 66 para los apasionados de las motos.
Fundado por Benjamin F. Ficklin y Alexander Majors, el Pony Express fue breve pero intenso. Se trató de un servicio de correo rápido que cruzaba los Estados Unidos de América desde St. Joseph hasta Sacramento. Hombres rudos e intrépidos cabalgaron por ardientes desiertos, interminables praderas, fértiles valles y montañas nevadas de los estados de Missouri, Kansas, Nebraska, Colorado, Wyoming, Utah, Nevada y California, llevando las comunicaciones entre el riguroso clima por duros caminos en los que la presencia de animales salvajes, bandas de indios, rebeldes o salteadores era frecuente. Una vez en Sacramento, el correo era llevado en barco o por tierra a San Francisco.
Era otra época y los paisajes, sin duda alguna, auténticos y magníficos. 50 arriesgados jinetes y 500 veloces caballos -repartidos en 190 postas (“station”)- se enfrentaron a los 3.165 km de la ruta en 10 días (2 veces por semana), con la que sus fundadores pretendían un contrato exclusivo con el Gobierno, al representar un sistema transcontinental unificado, más rápido y seguro que el de las tradicionales diligencias o la vía marítima, el cual podía funcionar todo el año y acortaba notablemente el tiempo que el correo tardaba en llegar (25 días de media) de la costa atlántica a la pacífica del país.
Los pequeños, resistentes y veloces caballos (tipo “pony” de razas como kentucky o mustang) iban a galope tendido durante unos 20 km, cargados con un jinete menudo (de menos de 56 kg, que era relevado cada 140 km aproximadamente) sobre una montura tipo “santa fe” y las valijas del correo, siendo cambiados en cada posta. Entre los jinetes -“riders”- se enrolarían desde figuras legendarias como Buffalo Bill Cody o Wild Bill Hickok a intrépidos muchachos como Bronco Charlie Miller, de sólo 11 años de edad. Se juraba el puesto sobre la Biblia y la paga era buena: $25 a la semana. Eran, como decimos, otros tiempos…
Bajo el lema “el correo debe pasar”, todo estaba servido para una nueva epopeya, pero el advenimiento de la Guerra de Secesión (1861-1865) y el progreso no lo perdonarían: la inseguridad adicional de la guerra civil y la pronta implantación del telégrafo y de la primera vía férrea transcontinental acabarían con él al poco de su nacimiento, condenándolo a formar parte de la épica y de la leyenda del Lejano Oeste, como otro tópico del duro individualismo que conquistó una nación. En su corta vida, los jinetes recorrerían un total de 985.000 de kilómetros, perdiéndose sólo una valija.
Hombres decididos, una férrea resolución y una valentía rayana a veces en la temeridad, caracterizaron a estos hombres y su empresa. El “Pony Express National Historic Trail”: para amantes de la aventura y de la naturaleza con auténtico sabor americano…